jueves, 18 de diciembre de 2014

LA NOVELA PÓSTUMA DE CARLOS GARCÍA MIRANDA


GARCÍA MIRANDA, CARLOS (2014). El hombre de Pompeya. Lima, Dedo Crítico Editores. 195 pp.

CONTEXTO

      A Carlos García Miranda (Lima, 1968-2012) lo conocí en el Patio de Letras de la Facultad de Letras de la UNMSM. Ambos estudiábamos Literatura. Éramos de diferentes promociones; sin embargo, coincidíamos en los pasadizos o en las cafeterías que rodeaban a la Facultad. No diré que fuimos amigos, pero lo consideraba alguien cercano.


      En mis años de estudiante de la Escuela de Literatura, he conocido a muchos jóvenes talentosos en las aulas de esta famosa escuela. Unos irradiaban sus auras de futuros escritores con una mezcla de cierta timidez y mucho de autosuficiencia. Otros tan geniales como los anteriores, pero, más sencillos y amigueros. A este último grupo pertenecía Carlos. Si te cruzabas en el patio o en la cafetería, Carlos te pasaba la voz. Compartía con uno alguna conversación sobre alguna lectura o sobre cualquier tema. Irradiaba confianza y nunca hizo aspaviento o alarde de que sabía más que uno.

     En uno de los ciclos, me matriculé en el Taller de Narrativa que dirigía el magnífico narrador Antonio Gálvez Ronceros, quien  impartía sus enseñanzas con mano de hierro. A este taller asistía de vez en cuando, Carlos. Me imagino que ya anteriormente había llevado este curso. El hecho es que Carlos ya era famoso, porque había ganado los Juegos Florales de la UNMSM el año 1992. Entonces, el maestro Gálvez Ronceros le tenía consideración y si Carlos se hallaba en clases del taller, le pedía opiniones. Este famoso taller tenía dos partes bien diferenciadas. En la primera hora, el maestro desarrollaba la parte teórica sobre la narración, sus técnicas y toda armadura que debía conocer un aspirante a narrador. Y en la segunda parte, algún participante del taller debía presentar un relato o cuento de su autoría. El novel narrador repartía las copias de su relato a los asistentes. Y terminado el tiempo de lectura, empezaba la masacre crítica, donde el abanderado era el maestro. Yo era aficionada a la poesía, pero me vi obligado a escribir un relato. En uno de las sesiones del taller, me ofrecí presentar un relato de mi autoría en la siguiente reunión. Entonces, Carlos, quien se hallaba en esa clase, se alegró que me atreviera a compartir mi relato. A la semana siguiente, presenté mi famoso relato y Carlos fue quien más celebró.  Sin embargo, mi relato fue vapuleado por el maestro Gálvez Ronceros, quien al final dijo algo así como que mi relato era un texto fallido. Mis otros compañeros, también, desaprobaron mi relato. Al final, mi debut de narrador fue un fracaso. Solo Carlos me alentó, me dijo que persistiera y nos fuimos a tomar un café.

     Pasado el tiempo, Carlos ganó una plaza como profesor de la Escuela de Literatura. Esto es, se convirtió en un joven catedrático y mayormente enseñaba cursos de Teoría Literaria. Y es en esta faceta, que sus alumnos comenzaron a llamarlo  “Bajtín”. Parece que él desarrollaba con pasión en sus clases las teorías de este gran teórico ruso y de allí el apelativo. Al poco tiempo de su debut como profesor, se fue a España a estudiar una maestría. Posteriormente, siguió un doctorado en la mítica Universidad de Salamanca. Y  lamentablemente, cuando estaba próximo a sustentar su tesis de doctorado sobre la obra de Felipe Guamán Poma de Ayala, Carlos falleció. Su muerte nos conmovió a quienes lo conocimos. Y sentimos su partida porque se truncaba una vida dedicada a la creación, a la crítica y a la amistad.

TEXTO

     Un grupo de amigos y colegas han publicado  esta segunda novela de Carlos. Su primera novela Las puertas salió el 2002. Esta novela póstuma, El hombre de Pompeya (2014), está dividida en cuatro capítulos y un epílogo. Es una hermosa edición que rinde tributo a su autor, joven escritor desaparecido prematuramente.


     La novela desarrolla el tópico del fracaso de una vida. Es la vida fracasada de Adrián Garcilaso. El protagonista lleva una vida intensa: es un joven escritor, catedrático, conferencista, traficante de libros antiguos, amante insaciable y becario en universidades españolas. La vida breve de Adrián Garcilaso se desarrolla, en una primera parte, en el Perú; mayormente en la caótica Lima. Esta ciudad es descrita como una metrópolis de contrastes: por un lado, es una urbe aparentemente moderna y cosmopolita; por otro, están los cinturones de pueblos jóvenes, míseros y fantasmales. En un segundo momento, la vida final de Adrián se desarrolla en Europa, mayormente en las diferentes ciudades españolas. Es un ciclo de vida de un joven que prometía un gran futuro como hombre de letras; sin embargo, paso a paso irá conociendo la mano monstruosa del fracaso.

     El primer fracaso que conoce es su matrimonio. Se había casado con Agnes, de quien se separó pronto. El siguiente fracaso es su carrera como narrador, pues, este no alza vuelo ni reconocimiento. Otro momento terrible que le sucede a Adrián es cuando los senderistas queman su pequeño departamento donde se hallaban unas joyas bibliográficas que le había comprado a una heredera, natural de San Vicente de Cañete,  de un noble español. Uno de estos ejemplares coloniales demostraba que Felipe Guamán Poma de Ayala realmente no era el autor de la Nueva corónica del buen gobierno. Adrián pensaba que estos libros incunables los podía vender a algún coleccionista en Europa y así ganar una buena cantidad de euros; a la vez que pasaría a la historia por haber descubierto al verdadero autor de la Nueva corónica. Sus estudios en Europa tampoco lo entusiasman, es incapaz de armar un proyecto de tesis. En fin, su vida misma es un fracaso y nuestro protagonista decide acabar con su ella en el aeropuerto de Zurich; en esta ciudad es detenido por falta de documentación en regla y este es el tiro de gracia que esperaba para colgarse en uno de los baños de la oficina de deportados.

     En el primer capítulo, se emplea la narración homodiegética, esto es, el mismo Adrián Garcilaso nos relata sus vivencias. Esencialmente se desarrolla su estadía en una ciudad norteña del Perú, a donde viajó para dictar una conferencia. “Esta vez, como las tres últimas, fui solo. Era como en las películas de vaqueros. Iba, dictaba la conferencia, cobraba e inmediatamente regresaba a Lima” (pp. 7-8). Esta estadía por una par de días se alarga debido a que los huelguistas del magisterio toman las carreteras e impiden la libre circulación de los ómnibus interprovinciales. Entonces, Adrián se encuentra “encarcelado” en la ciudad, sin embargo, el verdadero calvario que vive no está relacionado con los huelguistas, sino es su vida monótona, su hastío, su falta de motivación. Pareciera que ya nada motiva a este hombre todavía joven.

     En el segundo capítulo, se emplea la narración  heterodigética; donde el narrador omnisciente nos presenta los diferentes quehaceres cotidianos de Adrián Garcilaso. Todos los sucesos ocurren en la caótica y monstruosa urbe limeña. Ahora, es una vida agitada, pero envuelto por una cotidiana inconformidad. Un día se reúne con un joven miope, quien le provee de libros robados; otro día se reúne con un amigo español, quien le compra los libros robados. En otro momento, recuerda su fracaso matrimonial con Agnes; en otro, se encuentra con una de sus amantes. Uno de sus compañeros de ruta es “Lucas un poeta deplorable, y él (Adrián) un narrador frustrado. Solo eso quedó al final de casi quince años de estar metidos en Literatura” (p. 48). Dos pasajes memorables ocurren en este capítulo: el primero, cuando nuestro protagonista visita a su amigo Lucho, quien dirige una librería, en este lugar desarrollan un balance crítico de algunos ejemplares que se exhiben en las vitrinas de esta librería. Así, ambos ningunean las obras Hombres de caminos o Violencia de tiempo de Miguel Gurruchaga o las obras de Alonso Quieto. Sin embargo, provoca una mayor burla “La otra puerta, de un tal García Miramar: ¿Quién da un sol por ella ahora? Pocos (p. 65). El segundo, se da cuando Adrián se encuentra en el café Haití con el muy conocido narrador Oswaldo Hermosa (“viejo escritor gay”). Este Hermosa ventila su frustración como escritor, pues no alcanzó reconocimiento internacional. En ese sentido, despotrica contra Jaime Bayly, “un muchachito rosquetón, sin talento para la literatura” (p. 67), quien era más famoso que él y detestaba más todavía a un tal Mario Vargas Llosa, porque este también lo superó en fama y reconocimiento.

     El tercer capítulo está narrado en segunda persona, donde un joven obrero nos relata la sobrevivencia del Profe (Adrián Garcilaso). “Te voy a contar cómo viven para que te des cuenta de lo que tuvo que pasar el profe. No hay agua” (p. 118). En este capítulo  se detalla el involucramiento del profe con algunos militantes ilustrados de Sendero Luminoso y en ese sentido, nuestro protagonista sobrevive oculto en un pueblo joven. No es la policía quien lo persigue, sino una facción senderista. Pues, nuestro protagonista se involucró sentimentalmente con una dirigente senderista, Celia, que los radicales consideran traidora. Este joven mensajero se involucra tanto con el profe, que termina conociéndolo en todos sus quehaceres. Un pasaje divertido que nos relata este joven obrero es cuando llevando recados del profe a sus colegas sanmarquinos, profesores de Literatura, termina como alumno libre del Taller de Narración que se dicta en la Decana de América. “Bueno, entonces comencé a ir a ese taller: lo dirigían dos profes, uno de bigote, alto y blanco, y otro medio zambo, tirando para cholo, muy grueso y con cara de enojado siempre” (p. 137). Ahora, lo más relevante de este capítulo no es tanto el calvario del profe, oculto en un pueblo joven. Sino, la descripción brutal de la vida de sobrevivencia que llevan los pobladores paupérrimos de los llamados pueblos jóvenes que rodean a la ciudad de Lima. Se revela ese contraste abismal, entre, por una parte, los pobladores de los distritos acomodados como Lince, San Isidro, La Molina o Miraflores; por otra parte, esos Asentamientos Humanos más allá de la Carretera Central o pasando las lomas de La Molina.

     En el cuarto capítulo, aparece nuevamente un narrador homodiegético. Este narrador ya no es Adrián Garcilaso, sino un joven becario peruano que viaja a España para realizar un doctorado en una universidad castellana. Allí conoce el caso de Adrián Garcilaso, un joven becario que terminó suicidándose, Entonces, se interesa por desentrañar al detalle los pasos de Adrián en su estadía en España y otros países europeos. A fin de cuentas, este narrador se constituye como un doble de Adrián, pues se erige en un detective que sigue cada paso de Adrián, ya en sus estudios, ya en sus amoríos o en sus negocios como traficante de libros coloniales. Un pasaje conmovedor es cuando este narrador asiste a la presentación en Madrid “de la novela póstuma En el subterráneo (de Adrián Garcilaso), publicada por una editorial alternativa” (p. 150). (Si Adrián Garcilaso es el alter ego de Carlos García Miranda, entonces es conmovedor constatar esta coincidencia).

     En el epílogo de esta novela, el narrador principal (Adrián Garcilaso) se envuelve en un torrentoso monólogo que recuerda casi todos los instantes de su vida. Es como un resumen apretado de una vida atormentada que camina al abismo del fracaso o a las fauces de la muerte, donde en algunos pasajes solo la literatura calmaba el dolor de vivir. “Era un reptil urbano cansado de las luces de la ciudad, los abrazos,, el mundo en movimiento. Habría dado cualquier cosa por quedarme como ese jugador de dados de Pompeya, ciudad sepultada por las cenizas del monte Vesubio en el 79 d. C., que fue  sorprendido por el volcán en pleno juego. Y se quedó ahí, a mitad de la partida, petrificado para toda la eternidad” (p. 185).

     En conclusión, esta novela póstuma se erige como una muestra más del talento de Carlos García Miranda. Donde el autor hace gala de su manejo  de toda la armadura diegética; así, se combinan diferentes tipos de narradores que nos amplían la mirada de una vida intensa como la vivida por Adrián Garcilaso. Asimismo, nos hace partícipes de cómo paso a paso esta vida envuelto por el hastío y la inconformidad avanza indetenible al frasco y a su doloroso final. Ahora, lo terrible es constatar que esta obra se constituye ante nuestros ojos subjetivos en un testamento que ya anunciaba la muerte dolorosa de Carlos García Miranda.

domingo, 13 de julio de 2014

YO CONOCÍ A UN PREMIO NOBEL



 

Porque voy por la vida disfrazado de beligerante, puedo hablar de la soledad sin empacho e incluso con cierta agradecida y dolorosa ilusión.

Camilo José Cela

    En la pequeña, pero valiosa biblioteca de mi madrina Marcia (Ella era una directora muy querida de un colegio) encontré los veinte tomos de la enciclopedia Mi Tesoro. Por aquellas épocas, yo era un adolescente aficionado a la lectura. En las páginas de esta enciclopedia hallé las biografías de muchos genios (filósofos, matemáticos, escritores, científicos, entre otros). Sin embargo, la vida de los escritores fue lo más me deslumbraron. Así, leí las breves biografías de casi todos los grandes escritores españoles y una pequeña muestra de sus respectivas obras. De aquellas apacibles lecturas recuerdo a Garcilaso de la Vega, Miguel de Cervantes, Francisco de Quevedo, Luis de Góngora, Miguel de Unamuno, Federico García Lorca.

    En esta popular enciclopedia existía una sección dedicada a los premios nobel de diferentes especialidades. Entre ellos destacaban, a mis ojos interesados, los escritores que habían obtenido el Premio Nobel de Literatura. Recuerdo a la chilena Gabriela Mistral, al peninsular Juan Ramón Jiménez, al guatemalteco Miguel Ángel Asturias, entre otros. Entonces, supe que el Premio Nobel era el máximo galardón a nivel de premios de valor universal. A partir de la lectura de esta enciclopedia adquirí un mínimo de conocimiento sobre la literatura y sus luminosos personajes.

    Un buen día, leí maravillado en un diario dominical que un premio nobel llegaría de visita a Lima. Este nobel era Camilo José Cela, un escritor español. Ahora yo no había leído ninguna obra de este autor. Lo que me interesaba entonces era conocer a un señor que había recibido este famoso premio. Para entonces cursaba yo el quinto de secundaria. Entonces, emocionado tomé la decisión de conocer en persona a un premio nobel, pues, en mi imaginario de adolescente un nobel era una persona especial, genial, única. Tenía que aprovechar esta maravillosa ocasión, porque así nomás una persona común y corriente no tiene la oportunidad de conocer en persona a un premio nobel y no podía dejar de pasar este hecho histórico para mí.

    Ahora no era fácil este deseo, pues yo cursaba el quinto de secundaria en un hermoso y mágico pueblito, enclavado entre la cordillera oriental de los andes e inicios de la selva alta. Vivía allí con mis maravillosos abuelos. Mis padres y hermanos vivían en Lima. Entonces tenía que convencer del propósito de mi viaje a mis abuelos. Les expliqué los detalles y el motivo de mi empresa personal. Mi abuelo Juan aprobó el itinerario sin ninguna objeción. Y me ofreció, generoso como siempre, el dinero para el pasaje y la comida durante el viaje. Además,  una vez que arribara a Lima iría a la casa de mis padres, pues era mi casa también. Camilo José Cela llegaría a la capital unos dos días después de la noticia  publicada en el diario. Entonces, un día antes de que llegara a Lima me embarqué rumbo a esta ciudad. Es un viaje de más o menos 12 horas en ómnibus. Ahora el viaje era algo cotidiano para mi caso, pues me trasladaba con frecuencia a Lima. Mis padres vivían en la capital y yo con mis abuelos en provincia. Entonces podía pasar una temporada en Lima y otra en provincia. Así que el viaje en sí no fue nada especial, lo que sí era especial era el motivo. Pues era conocer a un premio nobel.




Cuando llegué a Lima y aparecí en la casa de mis padres. Ellos en lugar de alegrarse de verme, me reprocharon. Me dijeron que a qué venía en plena clases en el colegio. Les expliqué que venía enviado por el colegio para conocer a un escritor, premio nobel, y luego presentaría un informe en el colegio. Por supuesto, mi madre no me creyó. Ahora, en el recorte del periódico que llevaba conmigo, releí que el escritor Camilo José Cela visitaría una serie de lugares e instituciones en Lima durante su estadía de un día en la capital peruana. Entonces, tomé nota de su presencia en la Casona de la gloriosa Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lugar que yo conocía. Sabía que el escritor español asistiría a la Casona a las 10 de la mañana. Pues San Marcos le investiría como doctor honoris causa; además Cela iba a donar una cantidad valiosa de libros a la Biblioteca España (esta biblioteca se hallaba en la Casona). Entonces, planifiqué al detalle mi arribo a las 9 a.m. a la Casona y ubicarme en  un lugar preferencial para conocer al escritor español. Esa mañana, mi madre me sirvió un buen desayuno y me embarqué desde el distrito de Independencia rumbo a la avenida Abancay, al parque Universitario. Más o menos arribé, abrigado de emoción, a la Casona, como a las 9 a.m.

    Pensaba que yo sería uno de los primeros asistentes, pues la ceremonia de reconocimiento al nobel empezaría a las 10 a.m. Felizmente ingresé con facilidad a la Casona, pero en el interior, en el primer patio se hallaba mucha gente. Pregunté donde se presentaría el nobel. Me dijeron en el auditorio, en el siguiente patio. Me abrí paso para ganar un lugar, si fuera posible un asiento en el auditorio. Cuando llegué al segundo patio había más gente. Una buena cantidad de ellos elegantes y bastante mayores. Reconocí al poeta Washington Delgado entre ellos, pues lo había conocido leyendo una entrevista que se publicó en el diario conservador,  El Comercio.

    Cuando llegué a la puerta del auditorio observé que el interior se hallaba colmado de público. Me acerqué a la puerta, a ver si podía pasar. Los señores encargados del control de ingreso, unos tipos con ternos, me dijeron si tenía invitación. Como no los tenía me dijeron que no podía pasar. Además ya no había espacio. En efecto, la gente había llegado temprano para asistir a esta magna ceremonia. La gran mayoría de los asistentes que se hallaba en el auditorio pertenecía a la élite académica y literaria de San Marcos.

    Me aparté del gentío, preocupado. Haber venido de tan lejos para no ver al nobel me angustiaba. Era ya las 10 a.m. y el escritor todavía no llegaba, entonces me dije al menos lo veré pasar. Así que mientras esperaba el paso de Cela, busqué un asiento. En los pasadizos de la Casona no había asientos y si los había ya estaban ocupados. Además quien me podía ceder un asiento, a un escolar extraviado en una ceremonia de intelectuales. Así, triste me asomé a la puerta de la Biblioteca España que se hallaba en el primer patio de la famosa casona sanmarquina. Pues estaba abierta y se veía en su interior las clásicas mesas y sillas de biblioteca. Ingresé. Un señor bajito, de canas y de aspecto afable me contestó el saludo. Le dije que venía a conocer al premio nobel y que lamentablemente ya no había espacio en el auditorio. El señor de canas trabajaba en esta biblioteca y me dijo: “ves esos libros (en el medio del ambiente de la biblioteca se hallaba unas centenas de libros nuevos exhibiéndose en pulcras mesas). Esos libros los trajo el nobel y los va a donar a la Universidad”. Entonces, Cela al final de la ceremonia del auditorio ingresaría a este ambiente a entregar personalmente los libros a las autoridades de la universidad. Y seguramente tendría cara de angustia por conocer al nobel, que el señor me palmeó el hombre y me dijo que me sentara en una de las sillas y que no me moviera por nada del mundo. Que de todas maneras iba a conocer al nobel, pues de que sí ingresaba a este local. Así, feliz y agradecido, me ubiqué en una de las sillas pegadas a la pared.

    No sé cuánto tiempo duró la ceremonia de investidura como doctor honoris causa. Yo me hallaba envuelto por una rara emoción y un cierto desconcierto. Solo aguardaba la aparición del escritor, de una buena vez, en la puerta de la biblioteca. Hasta que por fin apareció en la puerta una pequeña comitiva encabezada por las autoridades de la universidad. Y entre ellos, resaltaba la figura de un señor mayor, en impecable terno azul marino, más o menos alto, con sus patillas largas y llenas de canas. Era Camilo José Cela. El premio nobel avanzó hacia los libros y en su paso nos saludó con sus manos grandes a los que nos encontrábamos sentados. Increíblemente me saludó con sus manos mágicas y yo le respondí el saludo.

 

domingo, 13 de abril de 2014

RESEÑA DEL LIBRO DE CUENTOS DE JORGE SANTIAGO

SANTIAGO, JORGE. Usted viene de allá. Lima, Editorial Ojo Pródigo, 2012; 106 pp.
CONTEXTO
La primera vez que escuché el nombre de Jorge Santiago Flores fue cuando Carlos García Miranda* me comentó que Jorge Santiago había ganado los Juegos Florales 1995 de la UNMSM, en el género cuento. Con Carlos me encontré en el patio de Letras y él tenía una copia del libro ganador: Manuscritos hallados en la ciudad de la furia. Me comentó su agrado por los buenos cuentos que había escrito el joven narrador. En esa ocasión leí un cuento titulado, “Recorte de prensa”, que me llamó la atención desde su primera línea. En este cuento carnavalesco se relataba el enfrentamiento entre los policías huelguistas y la fuerza represiva conformada por los universitarios. Ante la arremetida valerosa de los huelguistas que se disponían a tomar el Congreso, los defensores del orden los correteaban a punta de librazos, esto es, en lugar de lanzarles bombas lacrimógenas contra los manifestantes. Les lanzaban ejemplares de la Iliada, la Divina comedia, Hamlet, entre otras obras maestras y los huelguistas huían despavoridos por la avenida Abancay y sus adyacentes. En esta lectura a vuelo de pájaro, hallé evidencias suficientes de la valía y talento del nuevo narrador, a quien personalmente no conocía. Desde entonces me interesé en los cuentos de Jorge Santiago, quien lamentablemente no llegó a publicar el libro ganador ni otro libro. Solo de vez en cuando salía algún cuento en alguna revista literaria. Ahora, la actitud de Santiago de no publicar contrasta con la afición de muchos jóvenes narradores que se esmeran en publicar libros cada año cuando su calidad deja mucho que desear. Hasta que finalmente el editor de una joven editorial, el Ojo Pródigo, logró convencer al narrador que ya era hora que publicase su primer libro y por fin ha salido a la circulación los cuentos tan esperados de Jorge Santiago. Ahora, nuestro narrador ha obtenido algunos premios por la gran calidad de sus cuentos. Así como ganó los Juegos Florales de San Marcos, también ganó los Juegos Florales de la UNFV, el primer premio en el concurso microcuento El Ñandú Desplumado (1992) y el tercer premio en “El cuento de las mil palabras” de la revista Caretas (1995). Entonces, deseo concluir esta parte de la reseña señalando que Jorge Santiago por su gran capacidad de inventiva, manejo de técnicas narrativas y su suficiencia de narrador lo convierten en uno de los mejores narradores peruanos de las primeras décadas del siglo XXI.
 
 
TEXTO
Este primer libro de Jorge Santiago está constituido por once cuentos que en términos generales sobresalen por la gran calidad de cada uno de los cuentos, donde el autor hace gala de su sapiencia narrativa y su capacidad de asimilación de todas las técnicas narrativas, asimismo resalta su manejo cuidadoso del lenguaje y la creación de mundos alucinados donde se mezcla lo cotidiano con lo onírico. Así percibimos en estos relatos el magisterio de Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Augusto Monterroso y Juan Rulfo, entre otros.
En los cuentos de todo buen narrador subyace su propuesta poética y es justamente esta característica que hallamos en la mayoría de los once cuentos de Jorge Santiago. En ese sentido, inferimos tres tópicos que definen la poética narrativa del autor. El primer tópico, “un relato se nutre de alguna carencia o particularidad que presenta el ser humano”. Este rasgo se desarrolla con maestría en el cuento “Usted viene de allá” donde se narra las peripecias de un hombre que carece de sombra, pues esta carencia es el motor que da sentido a la trama del relato. Así mismo, en el cuento “La confesión” la particularidad humana es la vida amorosa agitada de Gabriela Preciado; quien casada con Javier Cotrina mantiene relaciones amorosas paralelas con Federico Molinari (su vecino) y Toñito (un amigo), quien resulta ser el narrador protagonista. El cuarteto amoroso termina con un crimen. El esposo engañado asesina a Molinari, entonces, la particularidad de la conducta de Gabriela es digna de relatarse.
El segundo tópico, “lo imposible de la vida cotidiana es realizable en la literatura”. En esta propuesta Santiago sigue lo que Ribeyro le hace decir a Luder: “La literatura es impostura”. Esto es, nuestros más caros deseos se pueden convertir, en manos de un narrador, en relatos deliciosos y posibles. Así, en el cuento “Dos turistas holandeses”, el narrador protagonista nos relata su apasionado romance con la modelo argentina Fiorella Giraldes, con quien termina casándose en una iglesia caribeña (pues hay fotografías que prueban este enlace matrimonial). Sin embargo, este romance solo sucede en el afiebrado deseo del narrador protagonista; puesto que a la modelo la conoce por sus retratos que aparecen en las portadas de los periódicos y en algunas páginas web que circulan en internet. Entonces, Santiago juega magistralmente con la delgada línea que separa a la realidad del deseo. En “Por amor a Sandra” se profundiza magistralmente en este tópico. En este cuento, aparece un narrador que se zurra de la búsqueda de la verosimilitud, esto es, no busca ubicar su relato en una situación posible. Por lo contrario, desde la primera línea nos hace ver que un relato es producto de la pura inventiva. Así empieza este cuento: “El hombre, a quien de ahora en adelante llamaremos Tony, había decidido soñar que tenía una amante…”. Este Tony que podría ser cualquiera de nosotros, individuos anodinos que pueblan una sociedad mercantilista y materialista, se diferencia del resto porque decide crear en sus sueños a Sandra (su amante: mujer bella, inteligente y adinerada). Tony era feliz al lado de Sandra, pero para hacer más interesante su sueño le crea no solo una vasta parentela a Sandra; sino un antiguo amante, llamado Piero. Hasta que en uno de sus sueños se encuentra con Piero, con quien discute y terminan enfrascándose en un duelo a muerte. Piero está a punto de matar a Tony, “en ese momento Tony se dio cuenta de que algo no marchaba bien, que el sueño se le escapaba de las manos…”. Entonces, surge Sandra, quien con un piedra destroza el cráneo de Piero, es decir, Tony constata que Sandra lo salvó de la muerte. Además, en ese momento Tony descubre que él y Piero eran más bien producto del sueño de Sandra. En ese sentido, se percibe en este cuento el guiño a las “Ruinas circulares” del genial Jorge Luis Borges.
El tercer tópico que subyace en los cuentos de Santiago: “los grandes acontecimientos son producto de alguna ocurrencia individual”. En esta tercera línea temática que hallamos en los cuentos de Santiago se desarrolla la idea de que el hombre por naturaleza tiende a estar tramando algún hecho. Entonces, el oficio del escritor es parte inherente al hombre. Así, esta propuesta se desarrolla en dos cuentos magistrales. En “Clases de historia” se presenta las vivencias de Loli, un modesto profesor de historia. Este profesor que pasaba sus días enseñando temas de historia universal con metodologías tradicionales, donde él mismo se aburría. Un día después de ver una película de temática medioeval se le ocurre desarrollar clases vivenciales de historia y se presenta al aula disfrazado de caballero medioeval. Esta experiencia maravilla a los alumnos y el profesor Loli se convierte en paradigma de educador. Al poco tiempo es condecorado por el Gobierno por su propuesta innovadora. Y en todo el país se aplica su metodología de la historia vivencial, auspiciado por el Ministerio de Educación. Sin embargo, esta loable metodología es llevado hasta sus extremos, que muchos profesores convierten las aulas en lugares de torturas y matanzas, pues se busca recrear tal como sucedió los hechos en el pasado. Así, un profesor disfrazado de nazi torturó a sus alumnos quieres representaban a los judíos. Al final la metodología es repudiada por todo el país y el Gobierno llega a prohibir el curso de historia, pero continúan clandestinamente las clases vivenciales de historia. Así, en este cuento el narrador no solo nos va relatar las vivencias del profesor Loli, sino, principalmente, nos propone una parábola sobre la convivencia de la humanidad. La sociedad humana al inicio se interesa por alguna forma de convivencia nueva, en ese camino idolatran al creador o líder; luego se abusa del método y se le termina repudiando y en esta perspectiva cae en desgracia el líder. En “El rey en su redil” la parábola desarrollada es que la misma enseñanza que ofreciste a un discípulo te será devuelto, es lo que sabiduría popular denomina “Todo da vueltas”. Pues, en este cuento un rey es envenenado por su hijo, el príncipe, quien busca reemplazarlo en el trono; ahora el hijo ejecuta los mismos mecanismos que el rey aplicó con su padre, el rey anterior, “pues lo que él había hecho con su padre, su hijo lo hacía ahora con él”. Al final se descubre que el poder está asociado a una cadena de ambiciones, engaños, traiciones y crímenes.
Esto es, una primera lectura de Usted viene de allá. Un magnífico primer libro de cuentos de Jorge Santiago, quien se revela como un talentoso escritor de cuentos y uno de las promesas de la narrativa peruana de las primeras décadas del siglo XXI. En ese sentido, todos los lectores y aficionados a la narrativa peruana están invitados a leer los cuentos de Jorge Santiago.
 
 *Carlos García Miranda (Lima, 1967-2012) fue un talentoso escritor sanmarquino quien falleció, lamentablemente, cuando se hallaba en su plenitud creativa literaria y después de haberse doctorado en la Universidad de Salamanca.  Publicó la novela Las puertas (1999) y el libro de relatos, Cuarto desnudo (1996).

lunes, 10 de febrero de 2014

RESEÑA DE ÍNSULA BARATARIA 15


 

ÍNSULA BARATARIA. Revista de literatura y cultura. Lima, año 11, No. 15, noviembre de 2013.

CONTEXTO

La publicación de revistas literarias en el Perú es una tarea de personas entusiastas e idealistas. Puesto que publicar una revista literaria es garantía de pérdida económica, o sea, es una forma de arrojar a un pozo sin fondo el dinero. Sin embargo, existen personas dispuestas a dilapidar su dinero por el puro gusto de publicar ensayos, relatos, poemas, entrevistas, entre otros artículos. Ahora, este afán de publicar revistas literarias se mantiene incólume en los espíritus de algunos peruanos y en este grupo se halla un cenáculo de afiebrados amigos que editan Ínsula Barataria. La proeza de estos editores es que Ínsula Barataria ha llegado al número 15 y desde hace 10 años se mantiene transitando en el circuito literario y cultural de nuestro país. En ese sentido, es pertinente expresarles nuestro agradecimiento y reconocimiento. Por otro lado, debemos explicar que desde tiempos antiguos se mantiene esta certeza de que las revistas literarias nunca tuvieron una masiva recepción, ni en el Perú ni en Francia. Así, Pierre Bourdieu nos explica que el campo literario se ubica como un microcosmos dentro de una sociedad en general y desde ese pequeño espacio los hombres que aman la literatura, denominados por el francés los militantes autónomos se dedican a difundir el arte literario. Entonces, los militantes autónomos representan el mundo al revés: “El que pierde gana”, esto es, el que publica una revista literaria pierde capital económico y gana capital simbólico. Por consiguiente, los amigos de Ínsula Barataria deben sentirse aliviados, pues, no ganarán un reconocimiento masivo, pero, sí ganarán el reconocimiento simbólico de la ciudad letrada.

 

TEXTO

Este número 15 de Ínsula Barataria está dividido en cuatro secciones: estudios, notas, creación y reseñas. En la sección “estudios”, destaca en primer lugar, un manifiesto de Mario Guevara: “Cosa de locos”; esta especie de manifiesto resalta por su discurso pesimista donde el autor se lamenta por la nula recepción de las revistas literarias en el Perú. Ahora, es bueno recordar que las revistas literarias no gozan del favor masivo de los lectores; esta realidad sucede tanto en el Perú como en Argentina, lo mismo ocurre en los países de primer mundo, por lo tanto, es una elegía innecesaria. El segundo artículo titulado “Memoria de Huatiacuri y poética del wakcha en Yaku-Unupa Yayaynin” destaca por ser un ensayo escritura en quechua. Es un estudio sobre la poesía del haravicu quechua de nombre castizo, Ugo Carrillo Cavero. No puedo dar ninguna opinión sobre este ensayo, porque lamentablemente no conozco el runa simi; ahora los editores debieron acompañar este ensayo con su respectiva traducción para su correcta divulgación, puesto que posiblemente nadie va a leer este texto y entonces constituiría una publicación inútil. El tercer artículo, “La recepción de la ciencia ficción como género literario en Latinoamérica”, pertenece a la pluma de Elton Honores; este es un estudio productivo puesto que aporta un vasto panorama sobre este “género moderno que surge durante el desarrollo industrial del primer mundo a inicios del siglo XIX”. Así, Honores hace gala de su conocimiento bibliográfico sobre este tema; además, el investigador se ha especializado en este tópico. El cuarto artículo le pertenece a Jorge Ramos Rea, “La crítica a Los eunucos inmortales, de Oswaldo Reynoso”, donde al inicio Ramos se lamenta por la tarea poca afortunada de la crítica literaria en el Perú. Por un lado, no comparto los lamentos de Ramos, puesto que el Campo de la Literatura es desarrollado por una minoría de los ciudadanos en el Perú y lo mismo sucede en cualquier otro país. Y, mayormente, la creación y la crítica se desarrollan y producen de manera sostenida en las universidades donde existen las escuelas de Literatura y justamente el trabajo de Ramos se circunscribe en este terreno. Por otro lado, es interesante este trabajo de Ramos ya que desarrolla un panorama generoso en sus precisiones sobre la recepción crítica de esta novela de Oswaldo Reynoso. En el último artículo, Benigno Quispe Ramos realiza un repaso detallado del contenido de cada uno de los números de Ínsula Barataria en sus diez años de publicación. Es un trabajo útil y pertinente para todos los investigadores, puesto que algún ensayo, nota, relato o poema de sumo interés podría hallarse en esta revista.

La sección “Notas” se inicia con un texto del poeta Marco Martos sobre el último libro de cuentos de Jorge Valenzuela, Juegos secretos (2012). Martos resalta que Valenzuela ha creado un universo del mal, donde los personajes se desenvuelven en un mundo signado por “el cinismo y el desamor; por la traición y la muerte”. En ese sentido, el narrador hace gala de su magisterio del arte de escribir cuentos de gran calidad tanto en la técnica formal como en su temática que recrea la descomposición de nuestra realidad. Así mismo, Martos celebra que Valenzuela se haya consolidado como uno de los más destacados cultores del cuento peruano. El segundo texto de esta sección le pertenece a Hernán Núñez Tapia, “La ironía en las fábulas de Augusto Monterroso”. En este estudio, Núñez aborda dos textos del maestro Monterroso (“La tela de Penélope o quién engaña a quién” y “El conejo y el león”) donde busca resaltar el empleo de la ironía. Entonces, deseo indicar algunos comentarios sobre el trabajo de Núñez; primero llamar la atención sobre el desliz del lugar de nacimiento de Monterroso. Este fabulista nació en Tegucigalpa (Honduras), luego se nacionalizó guatemalteco y terminó residiendo hasta su muerte en el país de Octavio Paz. En segundo momento, me gustaría señalar algunas dudas sobre la aplicación de la categoría ironía. Pareciera que en “La tela de Penélope…” si hay una cierta ironía en la conducta de la reina, pues según el relato de Monterroso, Penélope no le era fiel a Odiseo, sino que ella lo engañaba con los pretendientes. Ahora, la ironía depende de efectos semánticos más que formales, por consiguiente,  la famosa conducta de la reina relatada por Homero resulta desmontada por Monterroso (Este concepto es precisado por Jonathan Culler como la ‘ironía situacional’). Entonces, la fábula de Monterroso halla su sentido diegético en contradecir la historia clásica. Sin embargo, el nudo del relato se centra en que el rey astuto es engañado por otra persona más astuta, su esposa, en ese sentido, no sería la ironía el centro de la fábula, sino la incidencia en el tema de la astucia tan caro a Odiseo; es la demostración del dicho popular: para un astuto hay otro más astuto. Respecto a “El conejo y el león” los tópicos que resaltan son el de la apariencia y la fanfarronería. Y no tanto la ironía, esto es, Monterroso desmonta las versiones clásicas respecto de las conductas de los personajes del león y el conejo.

La sección “creación” empieza con el relato “Número tres” del maestro Estuardo Núñez; este texto se publica como un homenaje; ahora este cuento no aporta mucho sobre la génesis del cuento peruano, en todo caso suma en la bibliografía de Núñez para aquellos interesados en la obra del autor. El segundo texto denominado “La tentación de San Antonio” de Marco Antonio Roggero es presentado como parte de una novela inédita. El texto relata la lucha del santo por mantenerse casto y puro, pues una serie de mujeres lascivas se le ofrecen. Al inicio parecía un relato que desarrollaría el tópico del erotismo, pero concluye con un discurso conservador: ¡el santo se hace eunuco y alcanza la santidad! El siguiente relato le pertenece a Jim Anchante, se denomina “Telémaco” y la idea desarrollada es que el mítico Ulises habría tenido un hijo con una mujer peruana de nuestro tiempo y este Telémaco, llamado en el cuento Alberto, habría nacido en el Callao. La idea es sugerente, pero no alcanza la verosimilitud suficiente en el desarrollo del relato. Y el último texto narrativo de esta sección le pertenece a Fernando Carrasco denominado “Un cuento simiesco”; este cuento destaca por el manejo de un lenguaje cuidado, por momentos alcanza un alto lirismo; ahora, a nivel temático desarrolla el tópico de la traición. El protagonista es el mono Maitín de propiedad de María del Rosario y este animal vivía feliz al lado de su ama; sin embargo, se acaba la vida feliz del mono cuando María del Rosario se casa y tiene a su primera hija. El mono se siente desplazado por la recién nacida y por celos realiza una serie de comportamientos que los conducen hasta su suicidio: el mono termina ahorcándose. Ahora, hasta qué punto nosotros los lectores aceptaríamos las conductas casi humanas del mono. Esta sección se cierra con un poema titulado “Sin título” donde Gloria Macedo rinde homenaje a Gisela Jörger, profesora sanmarquina fallecida, quien enseñó por muchos años en la Escuela de Literatura de San Marcos.

En la última sección “Reseñas”, Fernando Carrasco escribe un comentario generoso sobre la novela Por el arte de los quipus de la novel escritora Ofelia Huamanchumo. Y cierra la revista, dos reseñas de Florencio Luque: en la primera nos presenta el contenido del primer número de la revista cultural Vuelapluma cuyo eje temático es la obra del gran Antonio Cisneros; ahora, a Luque se le puede reprochar sus loas innecesarias a los directivos que alientan la publicación de esta revista. En la reseña final, precisa las particularidades de la exitosa película documental de Javier Corcuera titulado Sigo siendo.

Concluimos indicando que la revista de literatura y cultura Ínsula Barataria merece la atención de aquellos lectores interesados en el devenir de la investigación y creación de la literatura peruana y latinoamericana, pues su contenido variado que incide ya en autores del canon, ya en jóvenes promesas constituyen un gran aporte en el desarrollo de la cultura peruana del siglo XXI.

 

Edmundo de la Sota Díaz