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La muerte de Artemio Cruz (1962) es, sin duda, la mejor novela del escritor mexicano Carlos Fuentes. Esta narración desarrolla una ácida y desencantada visión de la Revolución Mexicana y de la época que le siguió. Artemio Cruz, el protagonista principal, es el hijo natural de una mulata y un blanco. La sangre de Artemio, desde sus inicios, había sorbido de una fuente de poder abyecta; pero ya en los años cuarenta del siglo XX la herencia decimonónica se había diluido en una confusa idea de modernidad. No obstante, aún queda la 'maldición'. Este fenómeno es analizado por Octavio Paz en su obra El laberinto de la soledad (1950) y que Fuentes lo describe del siguiente modo:
"Nadie quiere caminar cargado de la maldición, de la sospecha, de la frustración, del resentimiento, del odio, de la envidia, del rencor, del desprecio, de la inseguridad, de la miseria, del abuso, del machismo, de la corrupción, de tu chingada chingada" (p. 146).
Aquí se encuentra el alma del mexicano, la condición escindida por la violación y el abuso de poder originales. A las claras, Artemio es el genuino hijo de la 'chingada'. Por esta razón, la mejor virtud de Artemio Cruz para lograr el acceso al palacio y al mismísimo Presidente consistió en que "siempre había escogido bien al gran chingón, al caudillo emergente contra el caudillo en ocaso" (p. 137).
En esta perspectiva, Artemio Cruz, encarna la ideología entendida como conjunto de creencias falsas o míticas como resultado de la estructura material de la sociedad en su conjunto. No hay, pues, en él nobleza y convicciones, porque en él existe la dialéctica de la 'chingada' como valor para estar en el mundo. Cruz cree que el mundo se divide entre 'chingones y pendejos'. La 'chingada' es también totalizadora e invade todos los deseos y aspiraciones.
Para nuestro personaje es imposible asumir altos valores y significados transformativos que la parte 'sana' de la Revolución había pretendido transmitir.
El poder de Cruz radica en lo que podríamos llamar la 'ideología de la chingada': una mezcla de prepotencia, picaresca y realidad deteriorada. Como es evidente, esta palabra presenta un significado negativo, lo cual nos sugiere recordar algunas reflexiones realizada por Octaviio Paz: "Cuando una sociedad se corrompe, lo primero que se pudre es el lenguaje. La crítica de la sociedad empieza con la gramática y el restablecimiento de los significados".
Este personaje se construye, entonces, como un modelo de hombre calculador y pragmático (es un antihéroe) que, sin ser héroe en la batalla ni un combatiente desleal, se acomoda a las circunstancias, sabe sacar provecho de ellas. Este tipo de hombre tiene habilidad y descaro suficientes para explotar el miedo y las debilidades de la antigua clase dominante; infundir respeto en los subordinados y ganarse la confianza de la burocracia ascendente, formada con los vencedores de la revolución, los sobrevivientes del antiguo régimen y los oportunistas. Hombres sin recato que se forjaron a sí mismos y que rápidamente se acostumbraron a imponer su voluntad en todos los ámbitos en que se desempeñaban. Avasalladores, caprichosos; sin embargo, infelices.
Entonces, con la muerte de Artemio se configura la decadencia de la Revolución Mexicana, de sus ideales. Fuentes entretejió el destino de Artemio con la evolución del sistema político emanado de la revolución. A través de la narración de la vida y muerte del personaje, se evidencia cómo éste va perdiendo su inocencia hasta convertirse en un ser completamente corrupto. De esta manera, Artemio Cruz simboliza el fracaso de esta revolución.